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El piloto automático

Otra manera de comprender qué es mindfulness es comparar la atención plena con una forma de experimentar la realidad totalmente opuesta: el piloto automático. A lo largo del día, hacemos muchas actividades sin prestarles atención.

Por ejemplo, salimos de casa a toda prisa pensando en todas las tareas que nos esperan en el trabajo. De camino, dudamos de si hemos cerrado la puerta o de si hemos cogido la documentación que necesitamos para la siguiente reunión. Conducimos o caminamos pensando en la lista de tareas que nos espera, sin saber por dónde vamos. A medida que avanza la jornada, pensamos en lo que haremos cuando salgamos del trabajo y podamos disfrutar de la compañía de nuestra familia o amigos. Y cuando llegamos a casa, nos asaltan recuerdos y preocupaciones
relacionadas con el trabajo.

Somos capaces de conectar una especie de piloto automático que nos permite hacer
las cosas sin apenas prestarles atención. Este hábito de desconectar de la
experiencia y ocupar la mente en otros asuntos es lo opuesto a la atención plena.
En cierto modo, es útil aprovechar el tiempo mientras realizamos tareas rutinarias para
pensar en cosas más importantes. Es una capacidad que nos puede hacer la vida más
fácil. 

Todas las personas funcionamos, en mayor o menor medida, en piloto
automático durante gran parte del día. Sin embargo, desconecta la atención de la
experiencia presente y dirigirla a un mundo mental de preocupaciones y recuerdos
tiene consecuencias negativas.

1. La primera es que mientras estamos pensando, perdemos conexión con la realidad
que nos rodea, lo que puede producir distracciones, accidentes y todo tipo de
despistes.

2. La segunda es que la actividad mental constante nos impide descansar, activa
nuestro sistema nervioso de manera excesiva y produce estrés, lo que tiene un
efecto negativo sobre nuestra salud, nuestra sensación de bienestar y nuestra
calidad de vida.

No es que pensar sea malo. El problema es la manera en que lo hacemos. Muy a
menudo, no pensamos de manera ordenada para tomar una decisión que solucione el
problema que nos distrae. Lo habitual es que, simplemente, nos preocupemos, le
demos vueltas a las cosas y nos agotemos sin llegar a ninguna conclusión.

La preocupación no soluciona los problemas. Al contrario, nos proporciona una falsa
sensación de control que a la larga hace que los problemas parezcan más
complicados, nos sintamos peor respecto a ellos y sigamos sin solucionarlos. Y el
resultado de este proceso es el estrés.

La mejor manera de reducir el estrés es evitar que se ponga en marcha el piloto
automático. Y eso lo logramos haciendo una pausa deliberada y llevando nuestra
atención a la experiencia presente.

Al principio, no será fácil, ya que funcionar en piloto automático es un hábito muy
arraigado. Sin embargo, con el entrenamiento adecuado, la habilidad de prestar
atención al presente comenzará a desarrollarse. En este sentido, es como cualquier
otra habilidad: con las instrucciones adecuadas y un poco de dedicación, el progreso
no tardará en notarse.

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